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martes, 8 de diciembre de 2020

Las huellas del garrote vil en Valencia

Desde 1820 existía la pena de muerte por el invento español Garrote vil. Éste consistía en sentar a la víctima con la espalda pegada a un tronco y una argolla rodeándole el cuello, y una especie de tornillo que apretaba la nuca, llegando a romper el cuello y acabando con la persona con una muerte rápida. Era un instrumento que si no se usaba correctamente, la agonía de la víctima podría durar más de la cuenta y hacer de la ejecución un espectáculo más macabro si cabe, ya que si no se lograba romper el cuello, la muerte se producía por asfixia.

Representación de una ejecución por garrote vil

En Valencia, todavía podemos encontrar la casa donde vivió el último verdugo del garrote vil. La casa de Antonio López Guerra, la podemos encontrar en la calle Angosta de Valencia. Allí encontraremos un portón grande de madera oscura donde aún se puede leer lo que en otra época era el archivo general. Justo al lado vemos una marca de una puerta que en su momento fue tapiada , esa era la puerta de la casa donde el verdugo López Guerra pasaba sus noches preguntándose si iría al infierno al realizar las ejecuciones. 

A la izquierda, foto antigua donde se ve la entrada a la casa del verdugo. A la derecha, foto actual de la puerta ya tapiada.

La última ejecución a una mujer en España por el garrote vil fue el 19 de mayo de 1959. La ejecución fue realizada por López Guerra ( ese fue su último "trabajito"). Esta vez la víctima era Pilar Pradas, nacida en Bejís y conocida como "la envenenadora de Valencia". Su macabra historia también se merece estar guardada en el trastero maldito, pero será en otro momento.
El verdugo, al saber que tenía que ejecutar a una mujer, se negó rotundamente, pero le amenazaron para que lo hiciera y lo emborracharon para darle el último empujón. El estado de embriaguez no ayudó a Antonio a la hora de ejecutar a Pilar Pradas, y en vez de producirse la muerte instantánea, acabó sufriendo una larga agonía muriendo asfixiada, fue un espectáculo dantesco.

Foto extraída de internet de lo que fue el cementerio de los ajusticiados

En Tavernes Blanques (Valencia) en la calle Cardenal Benlloch, todavía se conserva lo que en su día fue el cementerio de los ejecutados. Cuando mataban a un presunto culpable ya sea por el método de la horca o el garrote vil, lo colgaban de algún árbol de ese parque, cerca del barranco del Carraixet, hasta que por putrefacción el cuerpo se descolgaba y acababa en el suelo terminándose de descomponer.
La última ejecución en España de un hombre por garrote vil fue en 1974, en plena dictadura franquista. La pena de muerte en España terminó con la llegada de la Constitución, en 1978.